Proceso de la Conquista Española en el Perú (7/9)

 Consideraciones negativas de la Conquista


1. La Conquista en sí

Ahora pasemos a un aspecto que pocos subrayan sobre la conquista. Los siguientes fragmentos citados corresponden a distintos autores que hablan de la visión negativa que tuvo como hecho histórico. Juan José Vega ha escrito un interesante ensayo titulado La Guerra de los Viracochas, en cuyo fragmento resaltado señala lo siguiente: 


«Ordinariamente se ha estimado que la Conquista del Perú acabó con la ejecución de Atao Huallpa; y así se enseña todavía. Pero no existe afirmación más falsa. Cuando el Inca fue agarrotado en Cajamarca, las guerras de los conquistadores contra los caudillos indígenas no se habían iniciado aún. En efecto, fue solo con el anuncio de la ejecución de aquel monarca indígena que sus generales, muerto ya su señor -liberados por tanto de toda promesa de pasividad-, empezaron las campañas militares contra los cristianos. Se iniciaron entonces las cruentas guerras de la Conquista del Perú; luchas en las cuales el español tuvo siempre a su lado a decenas de miles de indios aliados. Fue aquel un prolongado proceso heroico de cien batallas hasta hoy ignoradas por nosotros. Gloriosa resistencia que nos enorgullece con varios triunfos incaicos sobre las armas hispánicas. Épicas campañas en las cuales se formó un audaz pelotón de caballería peruana; y una elemental arcabucería incaica. Larga lucha que solo habría de cerrarse con el asesinato de Manco Inca en las montañas de Vilcabamba la Vieja.» [31]


La Guerra de los Viracochas es un texto recomendable, relativamente fácil de adquirirse en Quilca o Amazonas, el cual aclara muchos puntos oscuros de la versión recortada para escolares de la historia. Otro fragmento: 


«Aquí en el Tahuantinsuyo los españoles, dotados de cerca de medio siglo de experiencia en la sujeción de América, emplearon, con gran éxito, una antiquísima máxima: dividir para vencer. Lanzando a unos indios contra otros fueron destruyendo, en cruentas batallas, a los dos fuertes núcleos incaicos: Cuzco y Quito. (…) 

Indios contra indios. Tal fue en realidad, el secreto de la rápida conquista del Tahuantinsuyo; porque las guerras de la penetración castellana eran, esencialmente, sanguinarias campañas de unas confederaciones tribales contra otras. Atroz contienda entre indios. Espantosas guerras civiles que los españoles aprovecharon hábilmente y sin escrúpulos.» [32]


Un punto de vista interesante. Pizarro se demoró tres viajes para saber qué estrategias aplicar. No olvidemos que cuando tuvo el encuentro con su primo Hernán Cortés, le preguntó cómo hizo su conquista en México, que de una u otra forma, terminó volcando aquellas experiencias en Perú. Es pues, que la conquista recién inicia una vez asesinado Atahuallpa. Entre los incas se forman focos de resistencia contra los españoles, que durará por lo menos 50 años como proceso posterior. Sobre lo mismo, Pablo Macera apunta lo siguiente: 


«Contra la versión hispanista de que el imperio de los incas fue fácilmente reducido por un puñado de hombres, la historiografía peruana actual viene demostrando que los líderes incas emprendieron una resistencia a sangre y fuego que se prolongó por más de medio siglo, es decir, desde el mismo día de la toma de Cajamarca el 16 de noviembre de 1532 hasta el 24 de junio de 1572 en que por orden del virrey Toledo, Hurtado de Arbieto redujo a escombros la ciudad de Vilcabamba, último bastión de la resistencia patriota.» [33] 


Como se puede apreciar, la Conquista fue producto de la violencia y choque de dos culturas. José Varallanos sostiene la siguiente afirmación: 


«Y es desde la conquista, en que apareciera, el hombre peruano por excelencia y por antonomasia. Porque, en su acepción histórico-sociológica, el Perú surge después de la llegada de los españoles.» [34]


2. Mestizaje

Otra de las consecuencias que también trae la conquista es el tema del mestizaje, donde se inicia el karma nacional del desprecio al otro y el racismo, o la baja autoestima en uno mismo. Pablo Macera lo ilustra con un ejemplo: 


«La conquista, por lo que decimos, fue violenta y de esta violencia nació el mestizo. El mestizo no es el testimonio de una conciliación durante el coloniaje; es un drama, un conflicto. Donde mejor podemos apreciar ese drama del mestizo colonial es en Inca Garcilaso de la Vega. (...)

Su nombre de bautizo era Gómez Suárez de Figueroa pero tuvo que cambiarlo porque, en el pueblo español donde vivía, había otra persona más importante que él (un marqués) que llevaba el mismo nombre. Así, Garcilaso solo adquirió el nombre de su padre, de rebote. Todo le resultaba al revés. Al final, en vez de ser un español occidental y cristiano asimilado, solo era un exiliado.» [35]


El mestizaje, frío término para designar las relaciones entre españoles e indias, sucede como una cuestión irresponsable en el nuevo continente de las aventuras, donde la fortuna está al alcance de la mano y hay mujeres a disposición de cada colonizador. Mientras tanto, en Europa se vuelven más cucufatos al respecto. Dice José Varallanos: 


«Mientras en la Península se discutía, por teólogos y juristas, si los indios eran o no seres racionales y si podíaseles considerar como a hombres libres; el español, hombre sin prejuicio racial, procreaba con las indias de América, desde los mismos días de su descubrimiento. El primer español que se quedó en estas tierras fue el "galán y presumido Pedro Halcón que enloqueció de amor" por la cacica o capullana de Chimú; en el primer viaje de exploración que Pizarro realizó, en 1527. 

En el caso del Perú, desde que las huestes de Pizarro pusieron sus plantas en su suelo, o al fundar las ciudades y villas manifestaron, implícitamente, su deseo de permanecer en ellas; comienza la etiología del mestizo indo-hispano. (...) Así, desde 1533 a 1542 -etapa de invasión- no solo se produjo la fusión del conquistador con la india común, sino también con las indias de la nobleza imperial incaica.» [36]


Debe ser el clima tropical que a los españoles se les da por olvidar dogmas y santidades, lejos del continente europeo y de la represión católica en que vivían sometidos, para estar con las mujeres nativas a sus anchas y en completa libertad, dando rienda suelta a sus bajos instintos. Pero no olvidemos que hasta acá vinieron delincuentes, aventureros improvisados, analfabetos, etc. Es decir, toda la escoria y baja estofa de la sociedad española, que quería mandarlos lejos. Otro fragmento de Varallanos: 


«Si la mezcla del español e india fue un hecho común, el parentesco con los caciques llegó a tener trascendencia social. Y desde la segunda mitad del siglo XVI, los españoles se unen con las hijas de los caciques, o son éstos los que se matrimonian con españolas. Se casan, religiosamente, con las "indias nobles", no precisamente individuos anónimos, sino los de figuración social en los corregimientos, villas y ciudades. Impulsados por el fin económico lo hacen sin reservas, para heredar el cacicazgo y gozar de las preeminencias inherentes a tal título. Ya que, por reales cédulas, a los caciques les estaba permitido el uso del don, se les concedió honores semejantes a los hijosdalgos, etc. (...)

Los primeros conquistadores del Perú, como ya vimos, en la libre acción de su voluntad y de su señorío, convivieron con las indias sin reparo alguno, llevándolas, incluso, en las campañas militares.»  [37]


Al llegar al Perú, los que participaron en la Conquista conocieron una efímera gloria de ostentar títulos, cargos y apoderarse de amplios terrenos. Ya no eran más el lumpen de España, sino afortunados acaudalados de la noche a la mañana. Esto les daba cierto favor para granjearse la simpatía de caciques, o a la fuerza quedarse con una india y convivir con ella. Con el pasar de los años llegarían otros aventureros y buscadores de riquezas, que querían establecerse en el continente americano, ansiando lo que no tuvieron en el europeo. María Emma Mannarelli apunta que: 


«Las guerras de conquista propiciaron entre los protagonistas españoles un comportamiento sexual con características comunes a otras experiencias bélicas similares: apropiación física de mujeres, rapto y violación. La fascinación por el poder y la riqueza afectó también de una manera especial la libido de los personajes que participaron en la guerra, dando lugar a relaciones de género con rasgos de dominio particulares. Sin duda, las vicisitudes de la guerra afectaron singularmente la mentalidad y el comportamiento de todos los que se encontraron envueltos en ella.» [38]


Los españoles traen costumbres distintas a las de los peruanos, y para la época, no había derechos humanos tal como las concebimos en la actualidad. Se aplica los modelos sociales que había en la vieja Europa en la Nueva América, como a continuación se expone: 


«Según Bartolomé de las Casas "las desdichadas mancebas, y sus familias eran engañados por los españoles que las tomaban según su voluntad. Los nativos pensaban que sus hijas eran tomadas por mujeres legítimas". En todo caso, disponer de la vida de las mujeres fue una práctica que tuvo continuidad entre los conquistadores. Casar a las madres de los hijos con miembros del grupo social o de la clientela masculina fue una costumbre de los españoles de la época. El propio padre de los Pizarro, el capitán Gonzalo Pizarro, arregló el matrimonio de Francisca Gonzáles, madre de Francisco, humilde criada de un monasterio seducida por éste, con un tal Martín. Convergen en este punto dos tradiciones patriarcales bien distintas. Atahualpa entregaría a Quispe Sisa, hija de Huayna Cápac, a Francisco Pizarro, probablemente como manifestación de su deseo de establecer una alianza o de mostrar su poder. Después de unos años y de haber tenido con ella dos hijos, el conquistador arregla el matrimonio de Quispe Sisa, convertida en Inés Huaylas Yupanqui, con Francisco de Ampuero, un subalterno miembro de su clientela, otorgándole a éste la encomienda de Chaclla. Hacia 1539 Francisco Pizarro establecía una segunda relación de concubinato con una mujer de la élite nativa Angelina Yupanqui. Cuando Pizarro muere, Angelina pasa a ser la esposa de Juan de Betanzos en matrimonio resuelto por Gonzalo Pizarro.» [39] 


Costumbre española, hoy por hoy en pleno siglo XXI, extraña, arcaica y machista, la de arreglar matrimonios por conveniencias, acuerdos, etc. ¿Se les preguntó alguna vez a estas mujeres si amaban al consorte a quien se unían? Al parecer ni tenían voz o voto, sino que se dejaban hacer. 


«El nacimiento de los hijos de las relaciones consensuales entre las mujeres de la élite nativa y los conquistadores españoles fue por lo menos, en algunas ocasiones, recibido con júbilo tanto por los españoles como por la población nativa. Así fue en el caso del nacimiento de Francisca Pizarro, nacida de la unión de Francisco Pizarro y de Inés Huaylas Yupanqui en Jauja, en 1534.» [40]


Las mujeres en ese tiempo eran posesiones, objetos, algo impensable en tiempos más modernos años de Simone de Beauvoir, el feminismo o la contracultura de la década de los 60s. 


3. Economía y Tecnología

El recelo del viejo continente ante el nuevo era evidente. Largos fueron los siglos que los virreynatos (las colonias españolas) fueron vistos como simples distribuidores de materia prima, o fuentes primarias de minerales y piedras preciosas. La esclavitud fue moneda corriente a lo largo de la Colonia. Macera apunta lo siguiente: 


«La conquista europea del imperio de los incas no aportó -en contra de todo lo que se cree- de inmediato las tecnologías y los avances de la Europa capitalista moderna, ni tampoco incorporó el mundo andino a sus propios tiempos.» [41] 


Y profundiza más al detalle: 


«El sistema colonial planteó específicos problemas al grado y naturaleza de las transferencias tecnológicas culturales que su realización exigía. ¿Debía el "Nuevo Mundo" reproducir íntegramente al "Viejo Mundo"? ¿Podían acaso las colonias igualar a sus metrópolis? El nuevo mundo imperial debía estar sujeto a un desarrollo mediatizado a fin de preservar su dependencia. 

Desde un principio, por consiguiente, en la estructura de base de la expansión europea, estaban asociados el subdesarrollo y la dependencia. Por esta razón la Europa capitalista moderna de los siglos XVI-XVIII no incorporó efectivamente a la América a sus propios tiempos modernos. (...) 

América conoció la esclavitud hasta el siglo XIX, cuando prácticamente había desaparecido de Europa, desde principio de la edad media. La mano de obra servil de las minas y haciendas americanas estuvo, así mismo, sujeta a un régimen mucho más duro y arcaico que el europeo. La tecnología americana fue mantenida, por otro lado, en considerable retraso con respecto a los descubrimientos metropolitanos, salvo en el sector exportador agrominero (azúcar, plata y oro).» [42]


También José Carlos Mariátegui, apunta sobre el aspecto económico incaico que fue en declive debido a la Conquista: 


«Hasta la Conquista se desenvolvió en el Perú una economía que brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos. En el Imperio de los Inkas, agrupación de comunas agrícolas y sedentarias, lo más interesante era la economía. Todos los testimonios históricos coinciden en la aserción de que el pueblo inkaico -laborioso, disciplinado, panteísta y sencillo- vivía con bienestar material. Las subsistencias abundaban; la población crecía. El Imperio ignoró radicalmente el problema de Malthus. La organización colectivista, regida por los Inkas, había enervado en los indios el impulso individual; pero había desarrollado extraordinariamente en ellos, en provecho de este régimen económico, el hábito de una humilde y religiosa obediencia a su deber social. (...)

Los conquistadores españoles destruyeron, sin poder naturalmente reemplazarla, esta formidable máquina de producción. La sociedad indígena, la economía inkaica, se descompusieron y anonadaron completamente al golpe de la conquista. Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas. El trabajo indígena cesó de funcionar de un modo solidario y orgánico. Los conquistadores no se ocuparon casi sino de distribuirse el pingüe botín de guerra. Despojaron los templos y los palacios de los tesoros que guardaban; se repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse primero por su provenir como fuerzas y medio de producción.» [43]


El Virreinato del Perú no valoró el modelo económico que ya estaba en funcionamiento en el Tahuantinsuyo. Trajo el modelo capitalista, que es a base de pagar tributos (lo que hoy llamamos impuestos). De esta forma, nadie trabaja a favor de la comunidad, sino de rendir anualmente tributos al Virrey y se constituye el estado de poder como una sanguijuela inagotable. Entra el sistema de la moneda, el intercambio o trueque desaparece conforme pasan los años. 

 Hablar de una transculturización europea no tiene lugar, si es que se adopta un modelo censurable de gobierno atrasado para que las ideas de liberalismo demoren en hacer efecto en estas tierras lejanas, lejos del librepensamiento de los franceses. Porque América siempre fue colonia española -salvo la porción de tierra que le correspondía al reino de Portugal, según el Tratado de Tordesillas. No olvidemos que mientras Europa abogaba, en nombre del derecho universal del hombre, al abolir la esclavitud en el siglo XVI, el Perú hasta bien entrado el siglo XIX, en plena etapa republicana, recién conoció este derecho, en el segundo gobierno del presidente más ruin que haya tenido la historia peruana: Ramón Castilla. 


4. Debilidad política de estado

Tal como lo señala Eugenio Alarco a continuación, no se trataba de un Tahuantinsuyo derrumbado luego de la conquista, sino que estaba en plena etapa de formación. El imperio inca movilizaba familias y comunidades, ya identificadas con los elementos incaicos, hacia los pueblos sometidos y que no se adaptaban, para que se fortalezca la identidad incaica. Pero este proceso toma largos años, y se vio interrumpida ante la aparición de los españoles. 


«Cuando llegaron los españoles, el Imperio de los Incas, debido al poco tiempo transcurrido desde su formación, no había podido aún alcanzar su plena cohesión y unificación. Muy recientemente establecido se hallaba, por ejemplo, el régimen de los mitmak o mitimaes, mediante el cual eran trasladadas familias enteras o ayllus a asentarse en otros lugares de condiciones ecológicas similares a las de aquel en que habitaban, con el propósito de extender más rápidamente los elementos culturales incaicos. (...)

Diversos pueblos habían sido subyugados, además, por el Imperio, principalmente por la vía de las armas –como ocurrió y seguiría ocurriendo siempre en tales casos– los cuales no se habían identificado aún con el espíritu de la cultura dominante. Se sentían entonces oprimidos o vejados. [44]


Este fue un escenario político que aprovechó a su favor Francisco Pizarro, a la vez de las divisiones entre los indígenas y aquellos pueblos que no querían ser gobernados por el Inca, sino mantener su propia independencia y autonomía.  


«Y por si todo ello no fuera bastante, se dieron los invasores con que, a causa de la encarnizada guerra civil entre el poder legítimo y el rebelde (entre Huáscar y Atahuallpa), el estado incaico se encontraba profundamente escindido. Lo cierto es que muy rápidamente pudieron los castellanos, por una u otra de tales razones, lograr el apoyo o la alianza de grandes pueblos, como los huancas, chachapoyas y cañaris. Fomentando la enemistad entre quiteños y cuzqueños, procuraron servirse de unos u otros, según se les fueran presentando las oportunidades o conveniencias.» [45]


Fue cuestión de tacto y diplomacia del propio Pizarro, para establecer alianzas entre aquellos pueblos o grupos representativos de nativos que estaban en contra de la figura del Inca. 


«No era, en realidad, un imperio en decadencia que empezaba a derrumbarse de por sí, lo que los españoles hallaron en el Perú, como a veces se ha creído poder sostener. Era, por el contrario, un estado de reciente formación, que apenas se encontraba aún ordenando y afirmando sus medios de dominio y organización para llegar a constituir entre las diversas regiones un generalizado espíritu de cuerpo; que sí prevalecía, en cambio, en el seno de sus comunidades. 

Fue, pues, un cúmulo de factores, hábilmente explotados por la astucia y la experiencia diplomática y política del hombre español, de lo que éste se valió para conseguir el aplastamiento del poder aborigen, haciendo que las diferencias entre diversos sectores, o bien las rivalidades, se ahondaran y pudieran así ellos aprovecharse de unas facciones en detrimento de las otras. Después de la sorpresa de Cajamarca, en ninguna de las grandes luchas contra los indígenas combatieron los españoles solos; sino reforzados, y a veces muy poderosamente, por numerosas huestes armadas aborígenes.» [46]


Lo que intuitivamente previó Huayna Cápac, el Tahuantinsuyo se dividiría entre dos hermanos aspirantes a Incas. Enfrentados, cada bando con su respectiva hueste militar, y la lenta destrucción de un estado que se quería constituir como resumen de la mayoría de las culturas preincaicas anteriores, ante  poblaciones con cultura propia descontentas por encontrarse bajo el yugo de los incas que buscaba a futuro la homogeneidad. Si este choque de culturas de los Incas con los españoles hubiera tenido lugar luego de dos siglos, digamos en 1700, otra hubiera sido la historia.  


5. En lo religioso

La labor evangelizadora que tuvo lugar luego de la Conquista fue motivo y excusa para cometer tormentos, asaltos, extirpación de idolatrías, etc. en nombre de la “obra santa” de catequizar a los bárbaros. Pero esto exigía una triple labor en pos de la evangelización: enseñar el idioma español, enseñar las costumbres europeas y catequizar. Es por ello que surge una corriente de catequizar en el mismo idioma de los nativos, para llegar a una mayor presencia evangelizadora. Sobre este punto, Pierre Duviols apunta lo siguiente: 


«Los evangelizadores europeos, a cualquier país de América que llegasen para propagar la fe cristiana, querían, a la fuerza, encontrar "el dios creador" de los indígenas, mayormente cuando se trataba de pueblos de elevado nivel político y cultural, tales como el Perú y México. Venían con aquella idea preconcebida por los motivos siguientes, relacionados con la formación -o deformación- teológica de su época. (...)

Todos los pueblos que habían alcanzado cierto nivel intelectual tenían que llegar forzosamente a concebir la idea de la existencia de un ser supremo, más inteligente y poderoso que los seres creados y que éste, necesariamente, era el autor, el creador de todo lo existente en el mundo. 

¿Por qué tenían tanto interés los misioneros en utilizar aquella tesis? Es que 1) La afirmación de la existencia de un dios creador, forzosamente único, universal y todopoderoso, constituía un excelente argumento para luchar contra el politeísmo, es decir, en el caso del Perú, contra las numerosas huacas andinas. 2) Esta tesis era la mejor justificación de su empresa: si los indios del Perú por medio de la sola lógica humana habían descubierto la necesidad de una Primera Causa del Universo, es que habían hecho ya la mitad del camino (gracias a la Providencia) hacia el conocimiento del verdadero Dios, por supuesto único, universal y todopoderoso.» [47] 


De esta forma, los curas tenían avanzado gran parte de su labor. Solo restaba elaborar documentos de acuerdo al idioma de los nativos, hacer una labor evangelizadora, con las consecuencias que hoy en día vemos: el cristianismo no se ha impregnado del todo, pero ahí está. Las supersticiones y creencias ancestrales se mantienen firmes, en un sincretismo de lo europeo con lo autóctono. 


6. Violencia y Salud

Otro punto negativo de la conquista es el de la violencia. Varios cronistas apuntan detalladamente como fueron los episodios de violaciones, torturas más crueles que las del Tribunal de la Santa Inquisición, vejaciones, cortar orejas, manos y narices por mero placer, prender fuego a muchos jefes y nobles, lanzar perros furiosos contra los indios, humillaciones y otras formas terribles, cometidas por los conquistadores a los nativos, en un primer intento de exterminarlos. No apuntaremos más sucesos de esta naturaleza con lujo de detalles, por un tema de decoro. Todos estos horrores fueron descritos por los cronistas misioneros y sacerdotes que denunciaban una y otra vez las muchas crueldades de la Conquista. [48]

El otro aspecto fue el de la salud. Los españoles al pisar suelo americano, trajeron consigo una variedad de enfermedades del continente europeo, siendo las más difundidas la viruela, la malaria, la sífilis (aunque Julio C. Tello comprobó que la sífilis ya era una enfermedad preincaica), que ocasionaron epidemias entre los nativos. Al respecto, apunta Macera lo siguiente: 


«El principal efecto de la conquista militar emprendida por Pizarro en noviembre de 1532, iniciada con la matanza de Cajamarca, fue lo que por entonces se dio en llamar "la despoblación de las Indias", la cual junto con todos los estragos biológicos de las epidemias traídas por los europeos (entre ellas la viruela), produjo en el Perú uno de los más altos índices de mortalidad conocidos en toda la historia universal. [49]


Al hombre andino no le quedaba otra que recurrir a la medicina tradicional para encontrar la cura de sus males, que no solo incluyen los síntomas físicos, sino también los anímicos. El consumo de ciertas hierbas con propiedades medicinales, era sabiduría de brujos y chamanes. 


Notas: 

31. VEGA, Juan José, La Guerra de los Viracochas, p. 11.

32. VEGA, Juan José, Ob. Cit., pp. 12-13.

33. MACERA, Pablo, Visión histórica del Perú Del Paleolítico al proceso de 1968, p. 127.

34. VARALLANOS, José, El Cholo y el Perú, 4ta. Parte, Cap. 1, "El hombre indo-hispano o cholo". p. 111.

35. MACERA, Pablo, Cultura y Sociedad en el Perú Actual. pp. 78-79.

Ciclo de Conferencias 1996/1997 "El Perú en los albores del siglo XXI". 

36. VARALLANOS, José, Ob. Cit., 2da. Parte, Cap. 1, "Nacimiento biológico del Cholo". p. 39. 

37. VARALLANOS, José, Ob. Cit., 2da. Parte, Cap. 2, "Arraigo y características del Mestizaje". pp. 55-62. 

38. MANNARELLI, María Emma, Pecados Públicos, La Ilegitimidad en Lima, siglo XVII. cap. 1, pp. 31-32.

39. MANNARELLI, María Emma, Ob. Cit., pp. 46-47.

40. MANNARELLI, María Emma, Ob. Cit., p. 48.

41. MACERA, Ob. Cit., p. 120.

42. MACERA, Ob. Cit., Cap. II La Dependencia, pp. 116-117

43. MARIATEGUI, José Carlos, 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. "Esquema de la Evolución Económica", p. 9-10.

44. ALARCO, Eugenio, El Hombre Peruano en su Historia, T. 5, El Encuentro de dos poderes: españoles contra incas, pp.14-15

45. Ibidem. 

46. Ibidem.

47. DUVIOLS, Pierre, Los nombres quechua de Viracocha, supuesto "Dios Creador" de los evangelizadores, aparecido en la Revista Allpanchis Phuturinqa, volumen 10, "Mito y Utopía en los Andes". Instituto de Pastoral Andina, Cusco, 1977, pp.53-54. 

48. CABIESES, Fernando, Dioses y Enfermedades (La Medicina en el Antiguo Perú), p. 24.

49. MACERA, Pablo, Visión histórica del Perú Del Paleolítico al proceso de 1968, p. 126.


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