Perú como museo viviente


 «En los diferentes trabajos de interpretación del Perú, y no sólo en los contemporáneos, se le define por sus rasgos negativos, por lo que no es y por lo que podría y debiera ser. Parecería que un sentimiento de frustración fuera el común denominador que ha motivado a los autores para tratar de entender y desentrañar las deficiencias e incapacidades de nuestra sociedad y proyectarse a fin de lograr una integrada referencia social y cultural. 

En efecto, diferentes autores aluden de manera reiterativa a la falta de articulación territorial del país, a la ausencia de homogeneidad y de fluidez económica entre las varias esferas de la producción y entre las varias regiones geográficas. Asimismo, señalan sus distintas formas de organización social como determinantes de situaciones plurales y heterogéneas, no integradas, las que llevarían a definir al Perú como un "museo viviente". 

A todo esto se agrega la permanente inestabilidad política y la paradójica situación de un Estado centralista con gobiernos incapaces de hacer efectiva dicha centralización; de esto parte la referencia a que la política peruana se caracteriza por la existencia de gobiernos incapaces de gobernar y de poderosos reducidos a la impotencia. Por último, como derivación y causa de todo este listado de deficiencias, se agrega la carencia de una identidad colectiva con el consiguiente sentimiento de solidaridad nacional entre indios, cholos, mestizos, asiáticos, negros y blancos; costeños y serranos; burgueses, terratenientes, obreros feudatarios y comuneros.»

Julio Cotler, Clases, Estado y Nación en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, 3a ed., 6a reimpr., 2017, Lima,  pp.48-49

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